No decía palabras
No decía palabras,
Acercaba tan sólo un cuerpo interrogante,
Porque ignoraba que el deseo es una pregunta
Cuya respuesta no existe,
Una hoja cuya rama no existe,
Un mundo cuyo cielo no existe.
La angustia se abre paso entre los huesos,
Remonta por las venas
Hasta abrirse en la piel,
Surtidores de sueño
Hechos carne en interrogación vuelta a las nubes.
Un roce al paso,
Una mirada fugaz entre las sombras,
Bastan para que el cuerpo se abra en dos,
Ávido de recibir en sí mismo
Otro cuerpo que sueñe;
Mitad y mitad, sueño y sueño, carne y carne,
Iguales en figura, iguales en amor, iguales en deseo.
Aunque sólo sea una esperanza,
Porque el deseo es una pregunta cuya respuesta nadie sabe.
Non diceva parole
Non diceva parole,
accostava soltanto un corpo interrogante,
ignorando che il desiderio è una domanda
cui non c’è risposta,
una foglia che non ha ramo,
un mondo che non ha cielo.
L’angoscia si fa strada tra le ossa,
risale per le vene
fino ad aprirsi nella pelle,
zampilli di sogno
fatti carne che interroga le nubi.
Un tocco breve,
uno sguardo fugace tra le ombre
bastano perché il corpo si apra in due,
avido di ricevere in se stesso
altro corpo che sogni;
metà e metà, sogno e sogno, carne e carne,
uguali in figura, uguali in amore, uguali in desiderio.
E sia pur soltanto una speranza,
perché il desiderio è una domanda la cui risposta è ignota.
Luís Cernuda, 1931
da Los placeres prohibidos – I piaceri proibiti
(traduzione mia)
El intruso
Como si equivocara el tiempo
Su trama de los días,
¿Vives acaso los de otro?,
Extrañas ya la vida.
Lejos de ti, de la conciencia
Desacordada, el centro
Buscas afuera, entre las cosas
Presentes un momento.
Así de aquel amigo joven
Que fuiste ayer, aguardas
En vano ante el umbral de un sueño
La ilusa confianza.
Pero tu faz en el alinde
De algún espejo, vieja
Hosca, abstraída, te interrumpe
Tal la presencia ajena.
Hoy este intruso eres tú mismo,
Tú, como el otro antes,
Y con el cual sin gusto inicias
Costumbre a que se allane.
Para llegar al que no eres,
Quien no eres te guía,
Cuando el amigo es el extraño
Y la rosa es la espina.
L’intruso
Come se il tempo confondesse
la trama dei suoi giorni
- vivi per caso quelli altrui? -,
la vita già rimpiangi.
Lungi da te, dalla coscienza
non accordata, fuori
tu cerchi il centro, tra le cose
presenti un istante.
E di quell’amico giovane
che fosti, ora mantieni
invano alle soglie di un sogno
l’illusa confidenza.
Ma il tuo volto, riflettendosi
su un qualche specchio, vecchio
assorto, cupo, ti interrompe,
come l’altrui presenza.
Ora quell’intruso sei proprio tu,
tu, come prima l’altro,
con cui a malincuore cominci
una pratica cui sottostare.
Per diventare chi non sei,
chi non sei ti guida,
quando l’amico è l’estraneo
e la rosa è la spina.
Luís Cernuda, 1949
da Vivir sin estar viviendo - Vivere senza essere vivi
(traduzione mia)
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